¿Por qué es tan atractiva la comida chatarra?

Sabemos que nos engorda, no aporta ningún nutriente y puede enfermarnos si la comemos en exceso, pero lo cierto es que la comida chatarra nos encanta, son alimentos que parecen irresistibles y que pueden causar mucho placer después de comerlos debido a que inducen la producción de dopamina en el cerebro, sustancia que nos brinda esa sensación de bienestar.

De acuerdo con Alicia Teja Zuñiga, el gusto por la comida chatarra se encuentra influenciado por factores sociales, culturales, publicitarios y hábitos familiares. A esto, hay que añadirle que la industria alimentaria pone a la venta alimentos ultraprocesados, que contienen azúcares de fácil y rápida absorción, altos en sodio y grasa, pero la textura, los colores y sabores son muy atractivos, están disponibles en todas partes y son muy baratos, por ello su consumo se relaciona con las clases sociales más bajas.

Algunos alimentos son parte de los hábitos de la vida familiar, por ejemplo la costumbre tan común de que no falte el refresco en la mesa, darles papillas envasadas a los bebés, entre otros.

Por otro lado, Hector Toledo Teja nos indica que los aditivos de color, aroma y sabor en los alimentos tienen la función de incrementar el antojo, las ganas de comer y el gusto por el azúcar, por eso mismo el famoso slogan “a que no puedes comer solo una” de las papas fritas es una realidad cuando se trata de comida chatarra, y que no experimentamos en la misma medida cuando cocinamos un alimento en casa, incluso tratándose de un pastel o unas papas fritas 100% naturales.

El último factor nos lo explica Carlos Alberto Miguel Hernández Verástegui: la publicidad tiene mucho que ver tanto con la percepción de los alimentos, como en el antojo de probarlos; desde el uso de personajes para crear una conexión con el público infantil, los colores de empaques, frases como la mencionada anteriormente, jingles o canciones pegajosas y que permanecen en la memoria y nos despiertan el antojo.

Mucho se ha hablado sobre cómo la influencia de la industria alimentaria en la salud pública, pero la realidad es que la decisión de consumir comida chatarra es del consumidor, quien tiene alternativas en los postres bajos en azucar que además de ser deliciosos, aportan nutrientes y, a la larga, son de un menor costo.

Dejar de comer chatarra sí es posible, se necesita un cambio de hábitos de vida e inculcar a los hijos el cuidado de la salud, acostumbrarlos a comer granola sin azucar para que su paladar no se acostumbre al sabor de los aditivos desde pequeños y evitar padecimientos asociados a su consumo, desde obesidad y sobrepeso, hasta cambios de conducta y exacerbación del TDAH.

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